TAMBIÉN VIENE... IVÁN MÁRQUEZ
Bastante he escrito de colegas y amigos de quienes, en los medios de comunicación peruanos, fui aprendiendo a través de los años. Poco he escrito de la persona de quien aprendí más, posiblemente, en el menor tiempo. Con Iván Márquez López, trabajé menos de tres años. Él, aparte de ser conductor del clásico romántico, Eva y Yo (desde la época de "la dirección de los auténticos consagrados"), era una suerte de Gerente de Producción. Hablamos de ese tiempo, entre el 83 y el 85, mientras me tocó estar en Radio Panamericana.
Iván en 2008. (FOTO: Diario El Comercio).
Como alguna vez escribí, mi primer encuentro con Iván, en el buen sentido del término, sucedió el 25 de mayo de 1983. Ese día realicé mi primera entrevista como miembro de la entonces emisora de Jesús María (hoy apostada en un moderno edificio, en el distrito de San Isidro). El señor Márquez, como era la costumbre en mi nuevo centro de labores, había preparado el cuestionario de preguntas para sus colegas, los disc jockeys. Uno, que llegaba de la otra emisora, más informal y espontánea en cuanto a producción se refiere (Radio Miraflores), no comprendió aquello de seguir al pie de la letra el mencionado rol de preguntas.
Iván Márquez era una imagen que, por lo menos los de mi tiempo, habíamos visto toda la vida en televisión (primero en El Panamericano y, luego, en 24 Horas, amén de permanentes avances informativos). Y siempre con la misma seriedad, relacionado a noticias, y en el mismo canal. Cerca de allí, lo vi por primera vez en persona, cuando junto a algunos amigos de la radio (Quique Cano-Alva y Sammy Sadovnik, entre ellos), fuimos a aplaudir a nuestro colega Johnny López, en uno de sus primeros programas al frente de Diga lo que Vale. En realidad, fue en la esquina opuesta de Panamericana Televisión, en donde vimos a Iván que conversaba con el cocinero que lo atendía. Tiempo después, el cocinero que lo atendía, se convirtió en el gran Benito, nuestro aliado a la hora del almuerzo, en la esquina de Arenales y Mariano Carranza, frente a Malatesta. Pero, eso sucedería a partir de mayo del 83 en que coincidí profesionalmente con él, en Radio Panamericana.
No me miren tanto que me ponen nervioso. Coliseo Amauta, 1983.
La mañana del 25 de mayo, sin querer ofender a nadie, en vivo y en directo, me salí del libreto. Estaban frente a nosotros, los ex-Menudo, René Farrait y Fernando Sallaberry, y cientos de oyentes apostados en el frontis de nuestro local. Entre los disc jockeys se encontraban Johnny López, Walter Gonzales, Juanito Vargas, Kike Chávez y Lucho Argüelles. Ahí recibí mi primer jalón de orejas, y llegó de las manos del Gerente de Producción. Lo miré, lo escuché, le hice caso (no me quedaba otra) y me ceñí por primera vez al libreto. Ese sería el inicio de una gran amistad. Y no necesariamente por la jalada de orejas ni porque me indicaran qué preguntas hacer.
Durante el tiempo que duró mi permanencia en Radio Panamericana (porque también pasé por Pana TV en dos oportunidades), Iván fue un aliado. Sin temor a exagerar, hasta mi último día en Mariano Carranza.
Aplausos para el maestro. Coliseo Amauta, 1984.
Creo, sin temor a equivocarme, que entre Iván y yo hubo mucho en común. Entre ello, el afán por estar informados. Y, bueno, Iván, con su trabajo de relator de noticias en la televisión, era la información personificada. Y, en tiempos en que no había Googles ni Yahoos, tener a la mano a Iván era la mejor manera de estar al día.
Supongo que nuestro vínculo comenzó a soldificarse la primera vez que nos tocó aparecer juntos en La Más Más, el espectáculo masivo de Radio Panamericana entre el 76 y el 89. Por lo menos durante mi estada, cada vez que a los disc jockeys nos tocaba presentar La Más Más, en Acho o en el Amauta, nos organizábamos en dúos. En el interior de la República, la estrategia era diferente. Así es que, por ejemplo, casi siempre los asistentes a ese evento en la capital hubieron de haber visto a Kike Chávez aparecer con Humberto Velásquez. Yo entiendo que lo importante eran las ubicaciones, la pantalla gigante y a todo color, y la música. Pero nosotros, los disc jockeys éramos quienes las presentábamos y, por ende, teníamos participación. Así también, recuerdo a Lucho Argüelles aparecer, por lo general, al lado de Susana A., cuya voz caracterizaba La lista de las 30 Más cada sábado en la mañana. O, a Johnny López con Juanito Vargas, quien conducía Sonido de Metal. A Márquez, casi desde un comienzo, le enchufaron a mí. Y, yo, no desaproveché la oportunidad. Más tarde, la salida de Juanito (rumbo a Studio 92) y la llegada de Wolfie y de Sammy, hizo cambiar un poco el esquema pero no al dueto de El Maestro y yo.
El maestro y sus alumnos frente a la radio. 1985.
En el ambiente radial, como he compartido más de una vez, tuve oportunidad de conocer a muy buenos colegas. De todos, Iván Márquez, fue aquel que dedicó su tiempo a enseñar, a ilustrar, a instruir, a compartir su vasta experiencia aprendida de otros (don Humberto Martínez Morosini y don Genaro Delgado Brandt, por citar a dos). En sus palabras, en sus escritos, en sus programas, en sus grabaciones, en sus gestos, en su dirección, en todo, el mejor guía. Existe una diferencia entre estar agradecido de unos por aprender de ellos, y estar agradecido con uno porque te enseñó. Con Iván sucedió lo segundo. Nadie me dirigió mejor que él, y, a nadie le hice más caso, muy aparte de mi opinión sobre sus cuestionarios...
Fue el motor detrás de nuestra obra prima en la radio: Unidos, la reunión a la USA for Africa que con Sammy Sadovnik iniciamos el 2 de julio del 85. Fue en la sala central de nuestro local, en donde además de cuadros estaba el escritorio de Elvira Gálvez, otra inolvidable columna en nuestras carreras. Iván estuvo desde el principio y hasta el final, a pesar de haber acabado el proyecto en la radio de Miraflores.
Con Kike, Lucho, Johnny, Paloma San Basilio y JL. 1983.
Cuando me fui de Panamericana, en diciembre de 1985, mantuvimos nuestra comunicación y amistad. Cómo olvidar su invitación y la de su media naranja de aquel entonces, a esa cena nocturna de despedida con buena vibra y deseándonos un futuro mejor. Esa noche, frente al restaurante, yacía mudo el Parque de la Reserva (que aún no tenía túneles de agua y casi ni agua), y, a un costado, la tan bulliciosa Avenida Arequipa, la que tantas veces cruzamos juntos.
Si tuviera que hacer un ranking, que no es mi estilo, y me pidieran que pusiera nombres en orden de influencia en mi carrera, diría que no. Si me ofrecieran un millón de dólares por decir solo un nombre, con el perdón de Lucho Argüelles y Johnny López, entonces diría que Iván Márquez.
Durante los viajes al interior del país, en los que de vez en cuando participaba, era nuestra mejor figura, y la más respetada. En radio y televisión, una carrera impecable que, desafortunadamente, no he podido seguir de cerca.
El maestro y yo en julio del 95.
Lo vi por última vez en 1995, en el mismo local donde lo había visto la primera vez más de diez años antes. Ahí, en esa esquina, con Benito y otros buenos amigos, nos tomamos nuestra última cerveza.
Sé que hoy anda de vuelta con Eva y Yo, en Radio Felicidad. Cúidese mucho maestro que, como usted, no hay dos. Y como Eva, tampoco.
Javier Lishner
Santa Clara, California
18 de junio de 2008