EL SUPERHUAMÁN: Ficción o realidad

Hubo más de una Luisa Lane por las que quien suscribe hubiera podido defender de las garras de los villanos. Pero, aquella vez, hubo una que lo traicionó y lo puso en el banquillo de los acusados por siete días. Sucedió en 1990 mientras quien suscribe compartía su tiempo entre el programa de televisión, la radio y la prensa.

Ahora que el original Superman está por cumplir sus primeros 70 años desde que llegó de Kriptón, es agradable recordar con gracia lo que una publicación peruana presentó a sus lectores en la sección que hizo llamar El Superhuamán de la semana. Ya antes, otros periodistas como Sofocleto, por ejemplo, habían dedicado una sección de sus publicaciones para ridiculizar a algún personaje (en el caso de Sofocleto, por lo general eran políticos). La Metiche, afortunadamente, no pasó de ser una revista del espectáculo que entretenía por sus ocurrencias, más que por la importancia de sus noticias o revelaciones.

Aquella vez, el Superhuamán no tuvo que encontrar una cabina telefónica para cambiar de identidad. La periodista lo tomó, lo vistió y lo echó a volar. A la distancia y el tiempo, me alegro que, aunque hubo peores cosas, no las publicó. Después de todo, entre el Hombre de Acero y el Superhuaman, siempre hubo una semejanza de fondo: la de luchar hasta el fin por sus ideales.

Javier Lishner
Santa Clara, California
1 de junio de 2008

NOTA: Aunque no he consultado con mi wawqi Delfín Garay, cuzqueño de nacimiento y artista por convicción (y supongo que empresario por necesidad); el término "huamán", que ha de venir del vocablo quechua "waman", signfica gavilán o aguilucho cordillerano. En el Perú, "un huamán", al menos en el argot popular de hace un par de décadas, era un "aquí te las traigo", referido solo a los del género masculino.