Friday, June 05, 2009

EL OVNI QUE VISITÓ EL CIELO DE LIMA


Cinco hermanos se preparan para pasar la Navidad en casa de la abuela. Dos mascotas, en la oscuridad de la noche, quieren seguir jugando con los muchachos. Una de ellas es Kitty, cariñosa perra de raza collie, con un parecido a Lassie de la televisión. La otra, Fraya, nombre con que alguna vez la familia paterna había llamado a uno de sus canes. Fraya es doberman y, aunque no es tan maciza como Kitty, sabe defenderse muy bien. Y, a diferencia de los rumores que escuchan sus jóvenes dueños, sí ve, huele y reconoce perfectamente en la oscuridad de la noche.



Es 24 de diciembre. Una canción de Robertha Flack se transmite en una de las dos emisoras que los muchachos solían oír en casa. En realidad, a pesar de que todos tenían afición por la música, solo dos andaban ferozmente detrás de ella: el mayor y el cuarto. La melodía que suena lleva por título, "Killing Me Softly With His Song", y fue compuesta por Charles Fox y Norman Gimbel. Y, paradójicamente, no sería ni el mayor ni el cuarto de los hermanos -sino el tercero- el que la llevaría a casa, en disco 45 del sello Atlantic.

Las dos mascotas saltan y ladran en la azotea, mientras los hermanos se alistan para la Noche Buena. Las dos caninas andan desenfadadas con tanto ruido que viene de afuera, de cohetecillos, cohetones y rascapiés, una mezcla pirotécnica detonante de fabricación artesanal, compuesta de sustancias explosivas. Los rascapiés ya habían matado a niños, o porque terminaron quemados o porque se los metieron a la boca sin saber qué eran.

En el Perú, el año 1973 iba terminando con el mismo gobierno militar que tomó el poder en octubre del 68, cuando el general Velasco Alvarado destituyó al presidente electo Belaunde Terry enviándolo al destierro. En Chile, el vecino del sur, ese mismo año, sucedió lo propio con el general Pinochet que defenestró al presidente constitucional Salvador Allende. Tiempos de uniformes, botas, galones y represión criminal. Los muchachos, sobre todo los dos menores, aún no entendían mucho de eso.


"In this final battle, there are many agents of hell loosed upon Earth. They are traveling in transports. Do not be won over to a false theory of life beyond the heavens, other than the Kingdom of God. Know that it is Satan who sends these vehicles before you. They are to confuse and confound you. These objects that take flight across your Earth are from hell. They are only the false miracles of your times... Recognize them, my children; they are not a figment of man's imagination. They are present in your atmosphere, and they will become more dominant as the fight goes on for the souls."

- Our Lady of the Roses. December 24, 1973.


Aquella noche, una fuerte luz aparece en el cielo. El cuarto de los hermanos, que desde pequeño iba tomando nota de las horas, las fechas, y cuanta cojudez podía, aparte de todos los rankings de su radio favorita, se percata que son las ocho y quince. Mientras uno de ellos termina de alistarse en el segundo piso, los otros observan el fenómeno en el cielo. Una luz de color naranja en forma de platillo volador, no podía ser ni un pájaro ni un avión, ¡ni Superman! La cosa esa, a velocidad, desaparece.

Exactamente una hora después, a las 9:15 p.m., el artefacto vuelve casi desde la misma dirección. Se acerca muchísimo con respecto al que se había manifestado sesenta minutos antes. Las dos mascotas ladran sin parar. Volvían a avisorar al elemento. Ambas, con sus patitas delanteras apostadas en un muro, no hacen más que mirar al objeto volador que, los cinco hermanos, habían identificado. No existían ni cámaras digitales ni teléfonos celulares que pudieran certificar lo que los muchachos van viendo; solo un televisor en blanco y negro en el primer piso, y radios a transistores en cada habitación. Mudos, los cinco hermanos escuchan los ladridos de sus mascotas que solo acaban cuando, por segunda vez, se oculta el mencionado objeto.

Quince minutos después, como certifica el reloj en la muñeca izquierda del cuarto de los hermanos, la máquina de tono naranja oscuro vuelve a aparecerse. Y lo haría por última vez. Parecía despedirse. Eran las nueve y treinta. Tras un momento de espera, todos bajan para intercambiar sus impresiones. Papá y mamá no están en casa, lo que hace la historia aún más tenebrosa.

Estación espacial norteamericana Skylab.
Una semana más tarde, como era costumbre, la familia toda parte a la playa a recibir el Nuevo Año. En la noche, cerca de la fogata, los tíos se reúnen y, entre cigarrillos y uno que otro trago, conversan. Los muchachos juegan detrás de las carpas y, uno de ellos, el cuarto, se queda cerca escuchando sus cuentos. El tío Manuel relató uno que le puso los pelos de punta. Porque alguna vez tuvo pelos. A su turno, el padre de los muchachos comparte la historia de sus cinco criaturas sucedida tan solo la semana anterior. Y es cuando interviene uno de los interlocutores, con ese dejito tan limeño de autosuficiencia: "¡No hermano!, ese debe haber sido el Skylab". Al cuarto de los hijos, que seguía allí semi escondido, le provocó interrumpir. No pudo. Solo pensó en su interior, "si únicamente este idiota supiera que el Skylab es una estación espacial y no un platillo volador...". En realidad, el Skylab fue la primera estación espacial que ese año lanzó Estados Unidos y, aunque estuvo en órbita hasta 1979, ni su luz ni su forma, ni su color, ni su cercanía, pudiera haber sido confundida con un objeto como ese.

La calma volvió esa noche a la cabeza del cuarto de los hermanos, cuando al rato alguien dijo: "Yo también escuché esa historia del OVNI el día de Navidad". Ya era 1974 y, como era costumbre cada primero de enero, los disc jockeys de Radio Miraflores, dirigidos por
Diana García, a partir de las nueve de la mañana irían a presentar las 100 mejores canciones del año. Al caer la tarde, coronaron en el primer puesto al tema de Robertha Flack, el que ya teníamos en casa. En los Estados Unidos, el disco en cuestión se había publicado el 21 de enero, por esos azares de la vida, el día del cumpleaños del cuarto de los muchachos. Al día siguiente de la visita del OVNI, en Navidad, con pena, nos enteramos que la otra abuela había partido.

Javier Lishner
Santa Clara, California
6 de mayo de 2008
NOTA RELACIONADA:
- La historia de siempre,
EL HERMANO MAYOR

8 comments:

Anonymous said...

Hola Javier:
Soy una mas que anotaba canciones... sobre todo las mejores del año, tenia un diario que empece a escribir en ingles cuando descubri que la mitad de la familia lo leia jajaja ahora me da risa pero en esa epoca me parecio terrible.
En Navidad y año nuevo me encantaba girar con los cohetecillos y rascapiés y la cancion de Robertha Flack era una de mis preferidas. Nunca vi un ovni pero si escuche muchas historias de personas que habian visto uno, que epocas mas bonitas!
Gracias por los recuerdos,
Rossana

Javier Lishner said...

Rossana, o sea que debes recordar cuando el hombre pisó la Luna por primera vez, el chocolate Sorrento, los helados Alaska y el Caravana, y los heydays de Diana García en la AM de Radio Miraflores, con su original Tú, yo y mis discos! Yeah!

Salutti,

JL

PS: Hoy son seis años de la partida de Diana.

Luis said...

Buena experiencia,eso de creer en extraterrestres y platillos voladores es una discusion tan antigua como la historia de la humanidad.Existe tantos relatos de diferentes personas que hasta libros se publicaron.pero a estas alturas en pleno nuevo milenio todo solo son eso historias,por quer nada esta comprobado.Incluso recuerdo que hace casi 5 años una sonda viajera lanzada por EEuu manifesto que no hay probabilidades de vida,que quiza pudo haber existido alguna forma por el encuenttro de rios secos,pero al no haber agua que es el elemnto principal de vida se descarta otra cosa.Entonces como quedan todos aquellos de una u otra forma afirman que tuvieron contacto con vida ET.?
Luis de jesus maria

Anonymous said...

Claro que si!!! Sorrento era el chocolate que compraba en el cine, ya de grande muy grande lo volvi a comprar pero no era el mismo...
A Diana Garcia siempre envidie esa voz tan bella y sensual... claro que la recuerdo! Debe haber sido una linda persona
donde la gente que la conocio la recuerda con tanto cariño.
A dopo,
Rossana

Javier Lishner said...

No, no, mi querido Luis. Eso de "Buena experiencia, eso de creer en extraterrestres y platillos voladores", no. Yo no estoy inventando historias ni tampoco poniendo en discusión mi experiencia. Que hubo y hay novelas escritas, es cierto, pero esto no es novela. Aunque no pueda explicar que fue.

No olvides que las cosas que se descubren, demoran buen tiempo en hacerse públicas. Porque hay que preparar a la humanidad para que reciba los nuevos descubrimientos. O sea, los que de alguna manera podrían resultar alarmantes para el género humano.

¿Te imaginas cuántas cosas se pueden haber descubierto, sin que aún no sepamos? Piénsalo.

Ojalá no se te aparezca un marciano en la sala de tu casa.

Saludos,

JL

Javier Lishner said...

Rossana:

El Sorrento, en mi época de chiquititud, era de los chocolates más caros, y, por lo tanto, de los menos accesibles al bolsillo. Si el Golazo de Motta o el Sublime de D'Onofrio costaban S/.2.50, el Sorrento costaba S/.4.00. Y como la propina sabatina era de cinco o siete solsitos, valía comprarse el Golazo (que además traía en su interior una chapita coleccionable). Ojo que en esa época tendría entre ocho y nueve años.

De Diana, influiste a que escribiera otra nota.

Salutti,

JL

Anonymous said...

Oye Javier, que tal memoria para los precios... si hablamos de la llegada del Apolo 11 que si no me equivoco fue en el 69, tenia 9 añitos cumplidos un mes antes de la llegada a la Luna,
soy Cancer (del mes de junio) Soy mas grande que tu?? puede ser!!
A esa edad no recibia propinas porque mi madre era de la idea que los niños no debian manejar dinero ;)
Siempre he pensado que es bueno recordar con cariño a los que se han ido sobre todo si han significado tanto en nuestras vidas. Olvidar... nunca!
Tanti saluti,
Rossana

Javier Lishner said...

Hola Rossana:

Bingo! Eres mayor que yo, porque si fueras más grande, te recomendaría una dieta inmediata... jaja.

Los de los precios de los chocolates fue figurativo (aunque podría jurar que fueron reales). By the way, felizmente que el gusto por los chocolates se me fue hace tiempo aunque siga comiéndolos de vez en cuando.

Saludos por Trieste.

JL