DIANA, MIL VECES DIANA

Diana García era muy celosa con sus cosas, sus discos, sus apuntes. Y es que Diana no llegaba a la cabina y lanzaba al aire lo primero que se le ocurría. Aunque con esa voz y prestigio, pudo haberlo hecho sin que nos diéramos cuenta. Porque, sin ánimo de exagerar, cualquier canción presentada en la radio por Diana valía la pena escuchar. Pero, no. Diana no se daba esos lujos. Llegaba siempre temprano y, tal como antes habíamos experimentado con Nelly Mendívil -locutora fundadora de Radio Miraflores de Lima-, aparecía con su cuaderno de notas debajo del brazo. Esa es una de las enseñanzas que varios seguimos, aunque no tan al pie de la letra.


Esa tarde, terminado mi programa, le había cedido el turno a Diana, quien a las cinco iniciaba Tú, yo y mis discos. Y, una hora más tarde, Memories. El ánimo, como de costumbre, en alto, muy alto, porque había respeto por el oyente. En realidad, se trabajaba para el oyente y no para los auspiciadores. Aunque todos teníamos más de uno. Yo, también. Comenzando por Kola Inglesa.

Pero a los pocos minutos, mientras algunos aún merodéabamos cerca de la cabina, algo pasó que le disgustó. A Diana ya la había visto molesta, como cuando una década antes acudí a ella para contarle porqué había renunciado a esa misma emisora, a la cual -con el paso de los años- los dos volvimos. Esa fue la mañana que en la cabina de Radio América, me dijo: "Javiercito, el corazón de la radio no era tan grande como nosotros pensábamos", en clara alusión a "la radio chiquita de corazón grande". Y mientras ella era feliz presentando a Thomas Dolby en la Frecuencia Fina de América; a los pocos días, yo pasé a Panamericana. Pero esa es otra historia.

Aquella tarde en Radio Miraflores, alguien se había llevado la Billboard, revista que creo que siempre le sirvió como brazo derecho para sus rankings y sus súper programas. Miró a todos lados y solamente encontró a unos pocos en frente. Pero de ellos, como se dice, solo uno pagó pato. Fue aquel que estaba más cerca, quien por coincidencia fue quien se la había llevado a su casa. Y le cayó su buen zape en frente de todos nosotros. Y el zape fue peor de lo que nunca antes me hubiera imaginado. El nombre del implicado -quien cometió el grave error de llevarse la Billboard a casa- prefiero guardármelo en lo más íntimo de mi ser. Porque como Diana, soy íntimo de corazón. De Alianza Lima, aunque mal pague.

Ayer se cumplió un año más de la partida de esa gran señora, madre, esposa, compañera y amiga. Ya pasaron seis desde que nos dejó. Y aunque cada día nos acercamos más a su edad, jamás a su inmenso legado. Qué viva por siempre la reina. (FOTO: Víctor Becerra).

Javier Lishner
Santa Clara, California
8 de junio de 2009