ROCK IN RIO (1985 - 2010): O sonho acabou

Habíamos pasado nueve días de rock y lluvia, de sol y lodo. Recordar los pasajes sería una interminable labor. Nos sentíamos cansados por el trajín propio de un viaje de trabajo. Bueno, eso es lo que dijimos en Lima antes de llegar al Galeão. Pero no fue tan así. Rio no nos dejó descansar. Nuestras diarias llamadas a Radio Panamericana de Lima, para informar sobre el festival, era como el fin del día anterior. Y ya era el día siguiente. Si alguien me preguntara, a qué hora dormíamos, le contestaría que no sé. Que no me acuerdo. Solo recuerdo las amanecidas de Rio en frente de Copacabana, a veces, al lado de los artistas. Gastando los dólares que valían mucho, y matando el cuerpo que todavía aguantaba. Pero el 20 fue el día de la verdad. Por fin llegaba el final del evento que nos había tenido la mente, el corazón, y otros órganos, ocupados. El hígado por ejemplo.

Por allí pasaron un millón cuatrocientas mil personas.

La noche fue apoteósica. Los B-52's hicieron más de lo que habían hecho un par de días antes, cuando les había tocado abrir la segunda presentación de Queen. Y, esa noche, casi desde el primer momento, convirtieron el extenso terreno carioca en un gran salón bailable. Antes, a la estrambótica Nina Hagen, le había tocado abrir la parte internacional del acontecimiento que iba llegando a su fin. No había marcha atrás. Solo futuro y un puñado de recuerdos. Pero fue a Yes, la banda del "Roundabout", a quien le tocó despedirlo.

Erasmo Carlos es un pionero en Brasil. Su nombre nos era muy familiar porque aparecía como el coautor de muchas de las canciones de Roberto Carlos, al momento, el más famoso brasilero después de Pelé. Y le tocó a Erasmo Carlos comenzar esa noche. El artista -que había participado diez días antes en la inauguración- había pedido cambiar la fecha de su segundo show para no ser abucheado por sus compatriotas. Fue lo que le sucedió el primer día por cantar antes de Iron Maiden y Whitesnake. Su actuación fue impecable, pero no para los headbangers.

Scorpions: Buchholz, Schenker, Jabbs y Meine.
(FOTO: Javier Lishner).

AC/DC llegó a Brasil como uno de los números estelares del festival. Recuerdo que la noche del 19 de enero se despedía de Rio. Y salieron como a matar o a morir. Y es que antes tuvieron a los alemanes de Scorpions, quienes se habían convertido en la sensación del evento. Me tocó estar en primera fila y ver cada detalle de su escenografía. El setlist en el piso, el ventilador que semi-escondido le movía la cabellera al cantante, los efectos que usaban sus guitarristas, todo. Pero nadie pudo robarle el show esa noche a Angus. Ni Ozzy, que, aunque un poco desmejorado, con su sola presencia -y con Jake E. Lee en la guitarra y Tommy Aldridge atrás-, hizo levantar los cuernitos a buen porcentaje de la platea.

James Taylor y George Benson, ya habían pasado a ser parte de la historia del festival. Sus nombres, que compartieron la esteralidad durante dos noches, fueron un sello de garantía. Rod Stewart ya había dejado Brasil, igual que la mayoría de sus colegas. Pero todavía quedaba otro, el principal, el elegido para despedir esa primera versión de Rock in Rio. Y lo haría el 21, ya de madrugada. De la mano de su virtuoso guitarrista, el sudafricano Trevor Rabin, Yes cumplió a cabalidad con su cometido. Tenía de su lado un par de canciones que, con la mano de Rabin, habían llegado a las listas de popularidad. Entre ellas, la más importante, "Owner Of A Lonely Heart", que llegó hasta el número uno. Para Yes, toda una novedad en su respetable carrera.

Yes interpreta "Owner Of A Lonely Heart".

Al lado derecho del escenario, izquierdo para nosotros, se encontraba su teclista original. Se llamaba Tony Kaye, y había regresado al puesto luego de varios años en que fue suplantado por un flaco, alto y rubio llamado Rick Wakeman, un suizo de nombre Patrick Moraz y el miembro de los Buggles, Geoffrey Downes. En los tambores estaba el inigualable Alan White, el mismo que grabó el "Imagine" con John Lennon y el All Things Must Pass con George Harrison, antes de reemplazar a Bill Bruford en el sillón de batero. Al lado opuesto de Kaye, el único de los integrantes que desde 1969 nunca había dejado el grupo, el bajista Chris Squire. Y, amén del guitarrista, quien se robó buena parte del show, adelante, estaba el más universal de todos, el vocalista Jon Anderson. Allí, bajito -al menos así se le veía al lado de Rabin y Squire-, con sus mallas blanquinegras y una playera que decía Rio en el pecho, nos llevó, como su disco de 1972, hasta el borde del abismo. A aquellos lugares que, honestamente, nunca pensamos llegar. No obstante, requetemojados de pura chuva e cerveja, habíamos pasado la prueba.

Hoy, a veinticinco años de eso, cuando miro hacia atrás, veo que tenía menos de la mitad de la edad que tengo ahora. Era un muchacho joven, aventurero y cristiano. Casi todo lo contrario de lo que soy ahora. Aunque la mayor diferencia no está en aquello sino en las cosas que pasaron entre el 85 y el 2010. Y Rio creció con nosotros. Y Panamericana cambió su programación a la rica salsa. Y Alan García fue reelecto presidente de mi país. Son tantas cosas...

Comentarios de la época sobre AC/DC.

Si luego de esa clausura, la idea de Roberto Medina, el organizador, era llevar a Michael Jackson y a Diana Ross para su siguiente evento, el nuestro era volver para estar allí. Después de todo, habíamos dejado parte de nuestro amor en esa ciudad que, aunque movida y a veces desconcertante (como cuando una cuchilla en el cuello me hizo perder unos dolaritos), nos acogió durante los días del más largo festival de rock and roll de la historia. Y con la fortuna de todavía estar por aquí para poder contarlo. Love you, Rio!

Javier Lishner
Santa Clara, California
20 de enero de 2010