Rock In Rio
UN FESTIVAL DESDE EL PIT
Cuando, en septiembre de 1984, recibimos el primer cable informativo de lo que sería el evento al aire libre más grande de la historia del rock, Rock in Rio, ya habíamos experimentado, en versión casera, lo que era estar en un escenario, compartir un backstage y, ver -desde un ángulo diferente- la presentación de los que, frente a un variopinto público, actuaban.
El Pit: Lugar especializado para la prensa, por lo general de andamios y maderas.
Menos de cuatro meses después, haríamos casi lo mismo que habíamos aprendido en el Perú, pero a nivel internacional. En enero de 1985, luego de realizar las necesarias gestiones, finalmente, logramos nuestro objetivo: el pase de prensa que nos permitiría el acceso gratuito al lugar del festival, en Barra da Tijuca. Diez días seguidos, no era poco. Pero, eso no era todo. Con el bendito pase, también, teníamos acceso a todas y cada una de las conferencias de prensa, y, la posibilidad de entrevistar a algunos de los artistas invitados. A Rod Stewart, por ejemplo, no.
Ozzy en Rock in Rio.
Rock in Rio se realizó en un inmenso pantano situado en el área de Jacarepaguá, uno de los vecindarios mais grandes de Rio de Janeiro, en donde Artplan Promoçoes construyó la Cidade do Rock. No recuerdo cuántos millones de dólares invirtió Roberto Medina, el idealista empresario carioca, para hacer posible su sueño en esos 300 mil metros cuadrados de fango. Lo que sí recuerdo muy bien es que yo fui parte del sueño. Conmigo estuvo Johnny López, colega peruano y amigo de más de una de estas peripecias.
Con esa identificación, me convertí en un momento en el único que anduvo, quién sabe cómo, debajo del tablado donde Ozzy y su banda (conformada entre otros, por Jake E. Lee y Tommy Aldridge), hacían su espectacular exhibición. Con ese pase, por ejemplo, detrás del escenario, vi llegar en helicóptero a Rod Stewart, quien al bajar se dirigió directamente al camerino, sin cruzar palabra alguna y sin, ni siquiera, mirar a los que ahí estábamos. Qué diferencia con el James Taylor que llegó sonriente a su hotel, saludando a los que ahí lo esperábamos. La pedantería de Stewart, que no era novedad, se había hecho notoria a su arribo al aeropuerto de Rio, un par de días antes. La prensa local lo llamó, "antipático y arrogante". Nuestra prudencia, a pesar de la poca experiencia, nos hizo verlo pasar muy de cerca sin cometer el error de interrumpir sus pasos, mientras la estrella miraba fijamente al suelo. Total, su vida era tan conocida que no había mucho qué preguntarle (como La zorra y las uvas). No obstante, durante sus dos presentaciones, demostró el porqué -al lado de Queen y Yes-, fue una de las principales figuras.
Iron Maiden, la noche de Whitesnake y Queen.
En otro momento, también detrás de la escena, me tocó observar a Cindy Wilson, Kate Pierson y los demás miembros de B-52's, quienes -a diferencia de Stewart-, alegremente, subían a un autobús luego de su espectáculo. Los norteamericanos de Georgia regresaban a su hotel, el Rio Othon Palace, mientras las Go-Go's se preparaban para continuar con el programa. Esa fue la segunda noche de Queen como estelar. Recuerdo haberme impresionado un poco con las pelucas de las dos vocalistas, intérpretes de "Private Idaho", quienes seguían viviendo su apogeo ochentero.
La historia de Coverdale -que no tuvo un final feliz (esa historia, digo)- ya muchos la conocen y está escrita aquí. O, aquella oscura noche de Whitesnake, Ozzy Osbourne, Scorpions y AC/DC, en la que me quedé sin rollo de fotos. En ese inmenso lugar donde se vendía casi de todo -desde hamburguesas, pizzas y cerveza hasta camisetas y desodorantes-, no existía un solo kiosko que vendiera rollos. Pero sí había buenos corazones, como el del fotógrafo sueco de la Revista Kerrang!, the world's biggest selling weekly rock magazine, quien al notar mi preocupación metió la mano en su bolso, y me proveyó la herramienta para poder continuar con mi trabajo (y mi hobby). Una simple lección de camaradería del sueco que jamás olvidaría.
Encontrándome en el pit junto a colegas de diversas partes del mundo, ahí, casi en el escenario, y a la espera de AC/DC, nos pidieron que abandonáramos nuestras posiciones. Algunos, no hicimos caso. Hubo un segundo llamado. El grupo australiano de guitarrista escocés, no aparecía. El segundo llamado nos encontró a algunos un poco fastidiados pues andábamos en plena labor. Mientras decidíamos qué hacer, nos empujaron al césped mezclándonos entre las miles de pessoas, que hasta allí habían llegado al sexto día del festival. La razón resultó siendo los dos cañones que AC/DC tenía en el escenario pero, principalmente, lo que salía de ahí. Aquello podía herir a la prensa especializada, que andaba muy cerca a la tabla en donde se iban a posar Angus, su hermano Malcolm, y los otros tres.
AC/DC, la noche de Scorpions, Osbourne y Whitesnake.
El segundo día, al que también asistieron 250,000 almas (si es que eso existe), pude comprobar que nuestra ubicación no era tan mala. En un momento del show de Al Jarreau (Alwyn Lopez Jarreau), me encontré al lado izquierdo de la cámara principal del evento, exactamente frente al escenario. Al otro lado de la misma, ví a Johnny López, entonces alzando la voz le dije: "Somos los mejores ubicados de todo el festival". Casi al mismo tiempo, ambos, giramos la cabeza hacia atrás y vimos a la multitud que, esa noche, apreciaba a nuestro compatriota Alex Acuña en batería. Johnny había conversado con él en camerinos. Luego vendrían James Taylor y, más tarde, George Benson. Y muchas experiencias más.
De ese festival aprendí, aparte de nunca más fumar marihuana, hacer lo que sea con tal de lograr la deseada foto. Y eso lo aprendí de Johnny, acaso pariente de Al Jarreau, a quien vi hacer malabares para lograr su objetivo. Seis años más tarde, en Rock in Rio II, supe aprovechar mejor mi ubicación en el pit... y, claro, también fuera de él.
Javier Lishner
Santa Clara, California
12 de junio de 2007