LA SALA DE CÓMPUTO

No habré de ser yo quien se encargue de dar los detalles de la sala de cómputo. No obstante, ese "framework", como lo llamó nuestro dilecto amigo virtual Hel de Los Olivos, es, posiblemente, una de esas cosas que difícilmente podrían olvidar quienes fueron oyentes de Radio Panamericana durante los años ochenta. La preparación y estructura para ese "fastuoso espectáculo" refiriéndose a La Más Más -como lo llamaba mi maestro Iván Márquez-, fue uno de los mejores recuerdos que guardo de mi paso por la emisora fundada en 1953 por don Genaro Delgado Brandt y sus entonces jóvenes vástagos.


Honestamente no creo que en los últimos treinta años, la intriga que antecedía al espectáculo de La Más Más en el Perú, haya podido ser superada. Y prueba de ello es que tres décadas más tarde aún hay tanta gente que pregunta por los pormenores y detalles de cómo se hacía semejante campaña. Lo que sí se puede contar es que todo partía del departamento de programación en donde habían dos personas que trabajaban directamente con los disc jockeys. Y, a veces, una de esas dos personas coincidía que también era disc jockey, como fue mi caso mientras pertenecí a Radio Panamericana entre el 83 y el 85.

Nadie podría negar, por lo menos durante la primera mitad de la década del 80, que fue Kike Chávez la imagen de toda la parafernalia. Era Kike el que hacía y deshacía de la sala de cómputo. Es a él a quien algún día se debería acudir para que la describa y cuente historias. Porque Kike era muy imaginativo, ideal para tener éxito en la radio. Al menos en la de nuestros tiempos. Nosotros, desde la programación, manteníamos el orden. Pero al aire, era Kike quien visitaba cabinas y programas con "las últimas" de la sala de cómputo y las "cartas-voto". Fue por esa misma razón que Kike se erigió como el líder de todas las giras al interior de la República. Siendo él, además, el coordinador y principal promotor de esos inolvidables viajes por los caminos del Perú. Los que hacíamos supervisados y acompañados por la gerencia, claro está.

El trabajo interno durante las campañas de La Más Más, que generalmente eran en marzo, al final del verano, y, luego en diciembre, finalizando el año, no era cosa simple. Porque nos llegaban miles de cartas a los estudios situados en el número 126 de la calle Mariano Carranza, en Santa Beatriz. Además de las permanentes llamadas que recibíamos en cada uno de nuestros programas. Por esos años compartíamos labores, Walter Gonzales, flamante Gerente de Programación, quien terminó yéndose a fundar Studio 92; César Abril, que asumió el cargo de Walter en el 83, y lo mantuvo por muchos años; Iván Márquez, el amigo, el maestro, y el productor general de la emisora, además de ser el creador de toda la campaña, desde el "Ya vieeee---neeee... La Maaaas Maaaas de Pa-na-me-ri-ca-na" con el fondo musical de "Boda en Londres" de Mecano (el que ponía a todos con carne de gallina), hasta la promoción del show transmitido en vivo a través de la radio el día domingo siguiente de la actuación. Recuerdo su caraterística voz diciendo: "La noo-chee de anoo-chee fue más que es-pec-ta-cu-lar...", y luego anunciaba el evento que había acontecido, por lo general en el Coliseo Amauta, aunque también en la Plaza de Acho. En los setentas se había utilizado la Concha Acústica del Campo de Marte, ubicada en el distrito de Jesús María, no muy lejos de nuestro local.

En la edición magnetofónica del show luego del show, tras bambalinas, estaba Humberto Zavala Rojas, quien prácticamente se amanecía para llevarles a los oyentes la mejor calidad de sonido durante la transmisión del programa. Humberto era el responsable principal de la sala de grabaciones, por cuyas manos y oídos, tirios y troyanos, algún día habíamos tenido que pasar.

También estaban, Humberto Velásquez, la experiencia en el elenco; Lucho Argüelles, quien dobleteaba en Panamericana Televisión; Johnny López, quien no podía con su genio y cuya popularidad atraía a cantidad de oyentes per se; Roberto "el Chino" Lyon, quien solía aparecer en escena con Humberto; Juanito Vargas, que rápidamente le siguió los pasos a Walter; Gastón Medina, popularmente llamado "Wolfie", el lobito nocturno; J.A. Junior, quien conducía su espacio comenzando las noches; Sammy Sadovnik, quien participó desde 1984; el propio Kike, que también intercalaba con Humberto (y luego lo hizo con "Wolfie"), y un servidor, quien solía aparecer en el escenario al lado de Iván. Ese era el equipo que trabajó durante esos años ochenteros en Lima y el interior. Pero, sobre todos nosotros, había alguien muy especial. La única dama de nuestro elenco y que semana a semana, sábado a sábado, conducía la lista de Las 30 Más. Se llamaba Susana A. Ella, con un estilo muy peculiar, y un carisma innato, solía llevar el recuento de las canciones, lo que también influía en la decisión final.

El mayor trabajo en la sala de cómputo era contabilizar las cartas. Porque llegada la temporada, recibíamos, como se dice, gigantescas cantidades. A cambio, la radio anunciaba un sinnúmero de premios que iban desde grandes canastas con diferentes productos hasta individuales artículos que ofrecían los auspiciadores. Entre los que recuerdo, Chiclet's de Adams, Shampoo Condition de Clairol y Jeans Fordan Actuel. Cada premio iba acompañado de calcomanías clave, entradas para el espectáculo, y una que otra guiñadita de ojo de algún despabilado disc jockey. Porque, sin discriminar, parecía que eran las damas las que más participaban. Bueno, por lo general los hombres trabajábamos... jajaja.

Llegado el día del sorteo era como un rito, una fiesta. Primero, porque era la parte final de un arduo trabajo en equipo, y, segundo, porque la fecha nos iba indicando que estábamos a un paso de la gran noche donde nos volveríamos a reunir con nuestros oyentes, en vivo y en directo, y con la pantalla gigante y a todo color encima nuestro. Con Madonna, con Springsteen o con Dire Straits, casi no importaba, era el día de las 12,000 personas y punto. Y que, generalmente, se repetía al día siguiente. Cómo podríamos hoy olvidar aquellos momentos.

Le tocaba al Dr. Pejovez, el licenciado que hacía de notario, certificar que los sorteos se llevaran a cabo de forma limpia y ordenada. Teníamos la costumbre de hacerlo en la sala principal de la radio, frente a los escritorios de las señoras Elvira y Celita, quienes al igual que Carmen Julia, Tula, Gloria y los muchachos de Contabilidad, eran parte importante de la movida. Allí, todos reunidos, y algunos sapos más, luego de enlazar las dos frecuencias de la radio, íbamos anunciando a los ganadores. El señor Pejovez siempre atento, solía pararse al lado de la señora Raquel, la mandamás de la empresa. Debo afirmar que ese lugar siempre quedaba pequeño para la cantidad de cartas que recibíamos en la sala de cómputo. Tal vez esa haya sido una de las razones por la que, años después, cambiaron de edificio y construyeron ese bunker de San Isidro. El que por supuesto no conozco, porque, como afirma sarcásticamente Cucho Galarza de Rio, vivo en mi exilio dorado.

Terminada la campaña, se cerraba la sala de cómputo y se guardaban los discos de 45 y 33 r.p.m. que durante las últimas semanas habían vuelto a brillar en nuestra programación mientras competían por un lugar en la lista de las Más Más. Y nosotros volvíamos a la normalidad, al frente de nuestros operadores de turno y con música fresca que empezaríamos a "golpear". Iniciábamos así, el nuevo ciclo que, doce meses más tarde, volvería a pasar por la recordada sala de cómputo, insigne espacio en la historia de la inolvidable radio de los Delgado.

Javier Lishner
Santa Clara, California
16 de abril de 2010