EMP: EL MUSEO DEL ROCK POR EXCELENCIA
Arribamos al aeropuerto de Tacoma, la ciudad de Bing Crosby, en Washington, el jueves, un día antes del inicio del Bumbershoot Festival, evento de cuatro días que llevó a casi un cuarto de millón de personas al Seattle Center.
El sábado, y tras ver un especial de televisión sobre la vida de Jimi Hendrix, nos dirigimos al Experience Music Project, moderno museo y una de las sedes del festival. El EMP, como también se le conoce, es el proyecto músico-rockero del billonario Paul Allen, cofundador de la Microsoft, y una de las nuevas atracciones de Seattle, cultural ciudad llena de áreas de recreación.
Dentro del local, tomamos las escaleras que nos llevarían al segundo piso. A mitad de camino, la batería de Alan White (integrante de Yes y ex músico de la Plastic Ono Band), nos daba la bienvenida a esta nueva experiencia. Un tronco, construido íntegramente de guitarras, se levanta cual columna vertebral de este monumento al rock. Diría yo, al rock, soul, funk, country & western, rap, hip-hop, reggae, blues y, por supuesto, al grunge, que hace más de una década, con bandas como Nirvana, Mudhoney y Pearl Jam, tuvo su cuna en esta ciudad.
Instrumentos originales, vestimentas, discos, posters, documentos y fotos, entre muchos insólitos artículos más, forman parte de esta gran colección que colma las instalaciones del edificio (diseñado en metal) construido por Frank Gehry, el mismo arquitecto que levantó el famoso museo Guggenheim de Bilbao. Una sección para la historia del reggae, una esquina dedicada a Janis Joplin y otra para Bob Dylan, y una pared exclusiva para Eric Clapton, son parte de este paseo. Las hermanas Ann y Nancy Wilson (de Heart), que comenzaron su carrera por estos lares, también tienen su propio rincón. Raperos y músicos de hip hop al igual que ídolos del punk, llenan paredes y vitrinas, en tanto, el área dedicada a Hank Williams, es solo un ejemplo de la historia del country & western. Y, por supuesto, leyendas como Elvis y Kurt Cobain, también forman parte de esta gama de color e historia; de música y de gloria.
Frente al EMP, una de las atracciones de Seattle. (FOTO: Michael G. Kohl).
En pequeños estudios se puede permanecer hasta 10 minutos tocando el instrumento de su preferencia. Guitarras, bajos, teclados y baterías (amén de micrófonos para el que se atreva a cantar), están a disposición de quien quiera improvisar un momento. Y si se desea llevar a casa esa improvisación solo tiene que pedir un CD a cambio de diez dólares. Quien suscribe, que ingresó a uno de esos estudios, sugirió que no le grabaran nada. Y no fue precisamente por ahorrar el dinero.
En el museo, usted tiene la opción de tomar un imaginario (y alucinante) viaje a través de una sección de la historia de la música popular. Le llaman el Artist's Journey. A oscuras, sentados en nuestra butaca, a nosotros, por ejemplo, nos tocó la parte del funk donde no faltaron ni George Clinton ni Bootsy Collins. Por momentos, daba la impresión de que nos íbamos a encontrar en persona con el mismísimo James Brown.
Pero nada como el área dedicada a Jimi Hendrix, nacido en Seattle y motivo principal de la construcción de este edificio. Su diario, originales letras de sus canciones, contratos, los pantalones que vistió en el festival de Woodstock 69, y hasta un pedazo de la guitarra que incineró en 1967 delante de 50,000 personas en el Monterey Pop, son parte de lo que muestra este complejo arquitectónico.
El tronco de guitarras que nace en el primer piso sigue creciendo.
Recién al salir nos dimos cuenta de que habíamos pasado cerca de cuatro horas con la cabeza levantada, mirando, admirando, leyendo y escuchando parte de la historia dorada de su majestad, el rock and roll. Y todo, con las manos detrás como nos enseñaron de niños.
Javier Lishner
Seattle, Washington
Septiembre de 2001
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