Habíamos llegado a Rio con unos días de anticipación al evento. Recuerdo que al tomar el taxi del aeropuerto al hotel, el chofer que preguntó de dónde llegaba, no hizo más que hablarme de Teófilo Cubillas, la estrella peruana que marcó a más de una generación de seguidores del fútbol. Era casi todo lo que sabía de su vecino país, el mío. Caía una intensa lluvia y el tráfico, que en Rio es peor que en Lima, nos hizo el camino más largo y tedioso. Lo único que yo quería era llegar a destino, descansar, ponerme al día con las noticias del festival -que comenzaba en poquísimos días-, y salir a cazar de noche.
En otro hotel, no tan lejando al que yo me encontraba -el que quedaba frente a la playa de Copacabana-, se hospedaron el peruano Johnny López y un par de buenos amigos; si mal no recuerdo, en Ipanema. Días después, el pequeño grupo se cambió a otro mucho más cercano al Luxor Regente, en el que yo (fielmente) seguía.
Recién bajados, cada uno puso cincuenta dólares para alquilar una combi de marca Volkswagen, en la que iríamos y vendríamos de día y de noche. Esa sería la movilidad oficial do evento. La idea me pareció genial. Pero, como quiera que ellos eran más, a la combi la vi el primer día del festival y, creo, la noche del cierre.
El ambiente en la calle era inmejorable. Bueno, Rio, y en enero, siempre será inmejorable. El viernes 11, temprano en la tarde, nos reunimos todos y alguno más. Seríamos unas siete u ocho personas, todos jóvenes, y con ganas de ganarle al tiempo, al acontecimiento, al rock. Y luego de prepararnos con todo, partimos hacia la "Citade do Rock". Rock in Rio daba la bienvenida a decenas de miles de turistas.
Esa noche, el play de honor del festival le correspondió a Ney Matogrosso, un ídolo andrógino local, sobreviviente de los militares, dictadores y abusivos. Hizo "Rosa de Hiroxima". El show había empezado. Le seguiría Erasmo Carlos, pionero del rock en Brasil, el mismo que yo conocía como cantante pero más como compositor, quien fue tan pifeado como si hubiera subido Milli Vanilli (que aún no existían). Claro, es que inmediatamente después de don Erasmo, el público esperaba lo fuerte. Y lo fuerte llegó con el play de honor internacional.
Ney Matogrosso inaugura la fiesta de diez días.
Nos encontrábamos frente al tablado, en el famoso pit de los periodistas, ese espacio muchas veces incómodo, entre el escenario y la barda que separa al público de los artistas. Ahí, encaramados entre andamios y pedazos de madera, recibimos a Whitesnake. ¡Carajo! Al fin veía a un miembro de Deep Purple en vivo (David Coverdale). Y en la retaguardia, al gran Cozy Powell. Entre chelas y otros postres, terminé en el gramado, al lado de unas doscientas cincuenta mil personas. Parado, solo, pero acompañado a la vez. Ido, pero atento. No sé. Y como quiera que era el primer día de los diez, la guardia de seguridad -sin experiencia en eventos grandes (en Brasil nunca se había hecho algo así)- no me volvió a dejar pasar adelante. De esa manera, me tuve que chupar el show de Iron Maiden -que le siguió a Whitesnake-, desde el todavía verde gramado. Felizmente, aún sin panza, pude llegar adelante. Mi credencial, con el calor que reinaba, a pesar de la hora, se me cayó un par de veces, y afortunado que me di cuenta. Desde ahí, vi sangrar a Bruce Dicksinson, dar pasos al monstruo Eddie, e interpretar, antes de las doce, "2 Minutes To Midnight". La Dama de Hierro fue el único número que no repitió el plato durante esos diez días. "Flight Of Icarus", "Run to the Hills", "The Number Of The Beast" y, "Sanctuary" -con la que se despidieron-, fueron parte de la hora y media de irreverencia.
Bootleg de Iron Maiden en Rio 85
Lo que vino después terminó de escribir la historia de aquel 11 de enero. Tan ingleses como Maiden y Whitesnake; ese viernes, Queen, cerró brillantemente la noche. Bajo la imagen de Freddie; May, Deacon y Taylor, fueron ovacionados por chicos y grandes. Yo solo pensaba en el disco negro que había escuchado tanto mientras estuve en el colegio; y en el blanco (A Night at the Opera), que uno de mis hermanos, el menor, había llevado a la casa, incluso, antes que yo consiguiera el A Day at the Races de un compañero de clase, que hoy en paz descansa.
Mercury abriendo sus brazos con la bandera inglesa y la brasilera, iba diciendo "hasta luego", pues volvería siete días después, la noche de las Go-Go's y B-52's. Terminada la primera función, sin celulares ni pagers, nunca encontré a la otra parte del grupo. La combi me abandonó en los pantanos de Barra da Tijuca, al oeste de Rio de Janeiro, haciendo que trepe al primer autobús que, repletísimo, con olor a ocho horas de rock y locura, me llevaría a la tan movida Avenida Atlántica, punto que marcaría nuestros siguientes días en el tan recordado evento de Jacarepaguá, hace ya 23 años.
Javier Lishner
Santa Clara, California
11 de enero de 2008
7 comments:
hola javi:me hiciste llorar coneste articulo.soiempre me gusto freddy mercury y lo tenia un poco olvidado...saludos.
maricielo
Hola Maricielo:
Hacía tiempo que no se te veía en los comments. Gracias por visitarnos. No hay duda que Freddie dejó un vacío.
Saludos,
JL
Hola Javier, recuerdo la locura de Rock en Río, muchas de las radios locales de aquí, Lima, transmitían extractos del festival, o decían que eran de él, nunca sabré cuales eran verdaderos o cuales simplemente discos con efectos para simular el público, lo que sí sé es que fue sensación, me acuerdo también de Johnny López, ¿qué fue de él? tuvo su gran momento en la TV, pero después desapareció, y nuestra ingrata memoria lo relegó al olvido, de donde lo has sacado, para hacernos recordar momentos gratos, casi mágicos de aquellos tiempos, no quiero hacerla larga, pero sí te cuento que en marzo del año 97 viajé a Río de Janeiro y estuve en todos los lugares que has mencionado, incluso, esto es lo colosal, estuve hospedado en el Luxor Regente. lo único que me perdí ¡qué piña! fue el haber estado presente en Rock en Río.
Hola Héctor:
Qué grata sorpresa el que hayas estado hospedado en el mismo hotel. Te cuento que en esos tiempos, tal vez lo recuerdes, había una revista llamada Esquina. Yo nunca fui de sus protegidos, pues eran anti comerciales, y yo estaba en Radio Panamericana que no era necesariamente el modelo de radio alternativa. En fin, me comuniqué con ellos porque estaban promoviendo una especie de Tour a Rock in Rio. Hablé con Alfredo Rossell, un gran señor, quien de paso era el representante de Miki González, ese nuevo nombre en el ambiente local. Comencé lo tratos con él, y así terminé en el citado hotel ubicado en la misma Avenida Atlántica.
La primera noticia del festival apareció en septiembre de 1984, y la tomé de un cable (teletipo) que había llegado a la radio. Todo eso valió la pena.
El Rock in Rio de este año será en Madrid, entre los meses de junio y julio.
Un abrazo,
JL
Memorias del 85, épocas locas pero tambien muchas cosas bonitas para contar, saludos,
Caro
Jajajaja. Carolina, por favor! Yo cuento las locuras y tú cuentas las cosas bonitas. ¿Qué te parece?
Saludos,
JL
oops., it's ok, no dije nada
Caro
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