Años atrás, en la ciudad de Ica, al sur de la capital peruana, jugando a la ouija, sucedió una historia poco común. Era medianoche y, en la habitación de Las Dunas, ese grande y apacible sun resort en medio del inmenso desierto, a alguno se le ocurrió pedir la ouija.
Éramos cinco desparramados sobre la alfombra, alrededor del tablero, y una pequeña copa estaba a punto de ser el centro de atención de las siguientes dos horas. Yo, acostumbrado a que las copas fueran el centro de mi vida, creí estar en el ambiente perfecto. Tras una breve explicación de cómo enfrentar al juego, dimos inicio a la nueva aventura. Con las luces apagadas, sin música ambiental, y solo con un par de velas, nos acercamos los unos a los otros para compartir lo que para unos, entre ellos quien suscribe -con extensa experiencia en juegos de mesa-, sería la primera vez frente a un burujo como este.
La ouija consta básicamente de un tablero con letras y números impresos. También hay un lugar donde dice Sí y otro, No. Antes de la partida nos recomendaron relajación, para que el supuesto espíritu se manifieste. ¿Espíritu?, pregunté. Sí, espíritu, fue la respuesta. Esa fue toda la información que recabé cuando ya no tenía otra salida. Ni escapar de la habitación (bungalow le llaman) ni hacer el ridículo ante los amigos y la dama que esa noche nos acompañaba. A lo macho, como se dice, me enfrenté al monstruo.
Relajados, hubo que concentrarse en una pared blanca, dizque, para no atraer a los malos espíritus. ¡Ave María! Había que ser pacientes, tranquilos pero, sobre todo, honestos. Y así, honestos, comenzamos. Hubo preguntas de sí o no. Y también de las otras, aquellas que necesitaban de una respuesta un poco más específica, o sea, de una palabra. La base del juego ronda en la famosa copita (que a veces es una moneda), sobre la cual los participantes colocan su dedo índice. Se elige al personaje y, acto seguido, alguno formula una pregunta relacionada a la vida de aquel. La energía, el espíritu, o lo que fuere, mueve automáticamente la copa y, de paso, los dedos de los participantes. Hay que dejarse llevar... nos dijeron. Hmmm.
Pasados unos cuarenticinco minutos, y mientras algunos luchábamos para salir del menjunje, de pronto, la música de la habitación -que era la mía- se elevó. Y nadie se había movido de su lugar. Alguien se levantó a apagar esa música, cuyo control estaba a unos pasos, a un lado de la puerta de entrada. En menos de treinta minutos, lo mismo volvió a suceder. Esta vez, escuchamos "Bohemian Rhapsody", de Queen, con la voz de Freddy Mercury. Como quiera que el ambiente ya estaba formado, a nadie se le ocurrió abandonar la nave. Además, en medio de la oscuridad iqueña, entre árboles y pocos vecinos, como que no provocaba. Pero de que algo raro andaba sucediendo, nadie tuvo la menor duda. O era el Poltergeist o el famoso "espíritu burlón", del cual alguna vez escuchamos en los predios del colegio. Esa fuerza misteriosa ya se había hecho presente y parecía, como a nosotros, gustarle la buena música.
Habíamos hecho un sinnúmero de preguntas, y encontrado igual cantidad de respuestas. Nuestros dedos seguían unidos, dejándose pasear por la copa, ese pedazo de vidrio que andaba inversamente contra el tablero, o, como se dice, de boca abajo. Olvidaba que uno, el que se levantó para apagar la música, no era parte del juego. La leyenda dice que, siempre, uno de los presentes no debe participar y ha de quedarse como auxiliar, o lo que ello signifique.
De las respuestas que yo recuerdo, hubo una: Córdoba, esa ciudad en el centro de Argentina, a 700 kilómetros de la capital. Andaba contestando una persona que aparentemente había fallecido en el área. ¿Y cómo murió?, preguntó alguien. Y la copa nos llevó a la palabra "avión". A veces, las respuestas conducían a la copa, el lugar del Sí o No; no obstante, en otras, se iba posando por unos segundos en cada letra de la palabra buscada. En avión, por ejemplo, primero se paró en la A, luego se fue a la V, de inmediato a la I, y, así, sucesivamente, hasta completar el término.
Luego de intentar comunicación con John Lennon, alguien invocó a Jimi Hendrix. Como quiera que yo, seguramente, sabía de Hendrix tanto como el espíritu, decidí tomar el toro por las astas (o sea, la copa) y, sin que mis compañeros se dieran cuenta, responder a las interrogantes formuladas sobre el desaparecido guitarrista norteamericano. ¿Dónde naciste?, preguntó uno. Yo, con un ojo cerrado y el otro entreabierto, dirigí la copa a la W, luego a la A, hasta formar la palabra Washington, el Estado del noroeste estadounidense de donde el artista era oriundo. Tras algunas preguntas más, llegó otra, ¿Cuál es tu nombre original? Y, yo, dirigiendo solapamente la copa, la posé en la J, luego en la A, hasta formar las palabras James Marshall, los nombres del finado músico. Cuando alguien preguntó, ¿Dónde quemaste por primera vez tu guitarra?, mi dedo -siguiendo a mi pensamiento-, se dirigió a la W (por la Isla de Wight). A mitad del tablero, mientras yo dirigía la copa hacía la letra W, algo hizo que el pequeño vasito virara su destino y, repentinamente, en contra de mi voluntad, se parara en la letra M. !Me fui a la M!, pensé. En ese momento uno de los participantes abrió los ojos y gritó, ¡Monterey! ¡El festival de Monterey! En ese preciso instante de algarabía para todos, menos para mí, se encendieron las luces. Ninguno de los presentes lo hizo. Los cinco seguíamos en nuestros puestos originales pero, aprovechando el pánico, decidimos dar fin al juego.
Vista parcial del Hotel Las Dunas de Ica, Perú
Aunque se cree que la ouija es tan antigua como Pitágoras, se sabe que el primer diseño lo hizo el espiritualista francés M. Planchette. En Estados Unidos, el abogado Elijah J. Bond, le hizo algunas variaciones. No obstante, quien finalmente lo patentó fue William Fuld, un negociante de Baltimore. En 1966, la Parker Brothers compró los derechos a los herederos de Fuld y, desde entonces, el juego se vende al lado de otros como el monopolio y las damas chinas.
A la mañana siguiente, cuando fuimos a tomar desayuno, contamos la historia a B.M., uno de los administradores del hotel. La respuesta fue, "No hace mucho, un ciudadano argentino fue a sobrevolar las líneas de Nazca y la avioneta se cayó. El ciudadano argentino murió. Había estado hospedado en esa misma habitación". Lo único que nunca pudimos confirmar fue si era oriundo de Córdoba o de alguna otra ciudad de la hermana nación.
Aquella noche aprendí que Jimi Hendrix quemó por primera vez su guitarra en Monterey, California; que yo no era el que más sabía de la vida de Hendrix; y que jugar en Ica a la ouija, también conocida como "el telégrafo de los muertos", fue una interesante y divertida decisión que tomé durante ese año. Al poco tiempo, regresaría a Ica contratado por seis meses para dirigir una nueva FM, y, luego de algunos hechos inenarrables durante mi estancia en Las Dunas -mi lugar de residencia-, tuve que cambiar de hotel para poder terminar mi contrato. El mismo mes que regresé a Lima, murió Freddy Mercury. (Tiempo después comprendí que poco antes que Monterey, Hendrix había quemado su guitarra en Finsbury Park, Inglaterra).
Ahora, que psicólogos, sacerdotes y pastores, se metan a prohibir el juego, como sucedió hace un tiempo en Ucayali, Perú, es otra cosa. Como sabemos, y no lo dicen los curas, más miedo hay que tenerle a los vivos (como ellos) que a los mismísimos muertos.
Javier Lishner
Santa Clara, California
28 de diciembre de 2007
5 comments:
Hola amigo Javier
Yo prefiero jugar monopolio.. ja ja ja.. he escuchado tanto de este juego que lo respeto y la verdad no tengo interes de experimentar eso... en todo caso amigo javier tu como ya has jugado y si en algun momento te animas a volver a jugar pregunta a quien este del otro lado si te puede confirmar lo de walter gonzales sobre la mas mas del 77.. ja ja ja.. saludos y un abrazo amigo javier
jajaja. Muy buena, Miguel. Aunque la broma está un poco macabra. Ya me había olvidado que todavía nos falta ese dato de la bruja del 77.
Un abrazo,
JL
Hola Javier!
Realmente interesante e increible tu narracion, pero creo que cosas como esas ocurren en todo lugar, recuerdo que comentaban de aquello dias despues y aun hoy, mi hermano Gaston continua contando auqella experiencia que pareciera sacada de los guiones de los X-Flies, pero esta vez sin nada que lamentar; gracias por compartir aquella aventura.
Norman Medina.
Hola Norman:
Leerlo no es tan interesante como vivirlo. Aquella noche creo que todo se dio. Lo bueno es que había muy buena energía. Pero de ahí a salir a los bosques de Las Dunas no era algo muy acogedor. Pero, como éramos varios, adelante nomás. Y creo que nos encontramos con un perro que resultó llamándose Hendrix... jaja.
Un abrazo,
JL
Norman:
Hoy justamente publiqué en el blog la nota titulada ICA Y YO. En ella puse una foto parcial de Las Dunas desde donde se ve el cuartito de donde nos sacaron el juego de la Ouija. Fue la última vez que pedimos juegos de mesa...
Saludos,
JL
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