Desde Londres
LED ZEPPELIN: LA TRILOGÍA DEL ROCK
Llegamos a Londres el domingo por la tarde, dejando de lado por un rato a San Francisco y su bahía. De Heathrow nos dirigimos directamente a nuestra temporal residencia, un tradicional y elegante hotel sobre el río Támesis, con una hermosa vista al centro de Londres incluído el famoso Big Ben. La diferencia horaria nos jugó una mala pasada, sumado a las casi dieciséis horas de vuelo, y -a pesar de las amenidades que por ahí tientan a cualquiera- optamos por lo sano: cerrar los ojos hasta el día siguiente.
La mañana del lunes es fría. Y, como era de esperarse, Londres amanece nublado. La sensación que me embarga es casi la misma de la primera vez que vi a los Stones, hace ocho veces. Me autoconvenzo que la ciudad en pleno está pendiente del show de esta noche. Y es que hace mucho que por aquí no se veía a Led Zeppelin. Ni por allá ni más allá. Es la fecha del re-estreno, con Jimmy Page, como siempre fue, como protagonista principal. A punto de cumplir 64 en enero próximo, el guitarrista de Middlesex, el mayor del grupo y uno de los padres del hard rock, tiene su dedo curado. Por ese bendito dedo, el que se fracturó hace cinco semanas, el show tuvo que ser postergado. Pero, por ese bendito dedo, también, Led Zeppelin se convirtió para muchos en la banda número uno del rock en el mundo.
[TRIBUTO A AHMET] Como oí decir a Mick Jones, allá en San Jose, California, "esta no es la reunión de Led Zeppelin sino el Tributo a Ahmet Ertegun". Ertegun, fundador de la Atlantic Records, murió en diciembre pasado. Hoy, a un año de su partida, en el O2 Arena somos 20,000 cuerpos que, un poco apretados, vemos a Jones como parte de los Rhythm Kings de Bill Wyman, bajista de los días de gloria y, desde 1992, ex-integrante de los Rolling Stones. Foreigner, el grupo de Jones, fue anunciado como parte de la cartelera pero, un par de semanas después, fue olímpicamente excluído. Entre bambalinas, se comentaba en horas de la tarde que el motivo de ello, que nunca se hizo público, pudo haber sido su baterista, el hijo de John Bonham. Ver a Jason B. tocando batería con Foreigner y minutos más tarde con el reunido Zeppelin, desde el punto de vista de la producción, automáticamente podría restarles impacto a los estelares. Así que, posiblemente, y sin querer, el Bonham Jr. podría haber sacrificado a su grupo por el de su padre. En tanto que Jones, el único miembro original de Foreigner, pasó a ser invitado de Wyman para decirle gracias a Ahmet. Lo mismo que Paul Rodgers, acaso el próximo cantante de Queen.
[LED ZEPPELIN] Mientras mi mente andaba en las nubes pensando en mis amigos peruanos que el fin de semana vieron a Soda Stereo en el Estadio Nacional, y a su contraparte carioca que, viendo a Police, llenaron el Maracaná a pesar de los altos precios, la guitarra de Jimmy Page retumba el coliseo. "Good Times, Bad Times" marca, finalmente, el regreso del grupo más esperado del siglo. Led Zeppelin -sin cruzar palabra alguna- dice aquí estamos, en un escenario un poco más grande que aquel que los vió nacer, hace casi cuarenta años, cuando hacían de teloneros para bandas como Vanilla Fudge. Le sigue "Ramble On" y la tan conocida "Black Dog". Plant al centro, barbado y con prendas oscuras, se lanza con "Nobody's Fault But Mine".
[PAGE] Como siempre fue la costumbre, delante, al lado izquierdo del vocalista, Page la rompe. Este Jimmy, con pelo cano y un par de arrugas más que en 1998, cuando lo vimos por última vez, brilla de nuevo. Es el jefe de la pandilla envuelto en ropas negras y portando lentes oscuros como haciéndole juego a su atuendo.
"No Quarter" es lo que llega después con el grupo tan compacto, acaso como en 1973. Un chispazo me hizo recordar el día que vi por primera vez el Houses of the Holy, con esa carátula que pudo haber sido la de las líneas de Nazca; las innumerables veces que quise ser como el cantante, aunque más chiquito, y el volumen que le ponía al equipo cuando me aseguraba que no había nadie más en casa. Y esta composición del trío sobreviviente, Page-Plant-Jones, fue una de las canciones que escuchaba una y otra vez; lo que motivaba que, con más frecuencia, jodiera las agujas del tornamesas Garrard que compartíamos en la familia. Le siguió "Since I've Been Loving You".
[JONES] En mi paso por el mundo, pude ver dos veces a Robert Plant. Y las que pudieron ser la tercera y la cuarta, se me escaparon por un virus o algo así. Sucedió en 1991, en Rio de Janeiro. Aún recuerdo el día que recibí el fax de Bill Curbishley, relacionado a The Who y entonces ya manager de Robert Plant, anunciando la cancelación de sus dos shows. Lo había visto cantar temas de Led Zeppelin junto a Jimmy Page, pero nunca con el otro 25% del grupo llamado John Paul Jones. El maestro John Baldwin, que es su nombre de pila, muchas veces injustamente relegado, es inconfundible. El bajo de este Jones, es la base de Led Zeppelin, qué duda cabe! Multinstrumentalista y quieto en el escenario; esto último, al igual que sus colegas Wyman y Entwistle. Porque bajistas poseros hubo muchos. Jack Bruce y Tim Bogert, entre los más grandes. Pero no fue el caso de esta noche.
[PLANT] "Creo que una que no podíamos dejar de tocar esta vez es "Dazed And Confused", dice Plant; a quien se le ve en forma, a pesar de la idea que traje después de leer recientes declaraciones. El artista no quiere hacer giras porque está cansado. No obstante, es una decisión personal que hay que respetar por más que nos llegue al poncho. Cantó bien y es lo que hoy importaba. Después de todo, es el vocalista de Led Zeppelin y hace rato que cumplió con dios. Pero aún había más.
Vuelve Robert al ataque para presentar al único, al jefe. "Con ustedes, en la guitarra eléctrica, Jimmy Page!", grita el melenudo cantante. Y Jimmy se lanza con los primeros acordes de "Stairway To Heaven". Al otro lado de la tarima, John Paul estira los brazos frente a los teclados y lo que sigue es historia que solo los ángeles saben; porque, con escalera o no, subieron al cielo.
[BONHAM] Jason, el vástago y, por ende, el heredero del Bonzo, no es nuevo en estas lides. Ya antes tocó con sus tíos cuando, en 1988, la Atlantic Records (de Ertegun) celebró sus primeros 40; y, dos años después, cuando los tres amigos de su padre se aparecieron en su matrimonio; en el que, con novio incluido, los cuatro jamonearon para los invitados. En 1995, un maduro Jason Bonham subió al escenario por tercera vez para acompañar a Led Zeppelin, el día que el grupo ingresó al Rock and Roll Hall of Fame. En septiembre de 1980, cuando papá Bonham murió en Windsor, Jason tenía 14 años. Hoy, por esas cosas de la vida, tiene los números a la inversa. Son 41. Y hace rato que pasó la edad de su fallecido padre.
Dejan "The Song Remains The Same", "Misty Mountain Hop" y "Kashmir" para el final. Es una impresionante noche. Los veinte mil suertudos no paramos de aplaudir. Led Zeppelin nos había costado mucho; en tiempo, dinero, emociones, en todo... Y, al menos para los que tuvimos la oportunidad de escucharlos en su debido momento y nunca nos cansamos de tener sus discos a mano, aún faltaban un par. Éramos varios los que durante mucho tiempo habíamos tenido su eterno póster en la cabeza. El desvanecimiento del cuarteto nos dejó mirándonos unos a otros, como señal de consuelo. En el interín me pareció ver a Paul McCartney y, muy cerca, a David Gilmour. Y mientras volvíamos a la nube número 9 -pensando en Pink Floyd y the Beatles-, Led Zep sorprende otra vez para el remate final.
Primero, "Whole Lotta Love", de su segundo disco, tema con el cual los conocí cuando recién pude tener mi primer radio propio (a transistores). Luego, "Rock And Roll", del Zeppelin IV, que pudo haber hecho bailar hasta a las propias hermanas Wilson de Heart; quienes, como nosotros, fueron fervientes admiradoras.
Ahora, bordeando la una de la mañana, mientras imaginariamente empacamos la ropa y el material del evento para tomar el primer vuelo de regreso a San Francisco, donde la gasolina es la más cara de la Nación; solo pienso que ésto es más o menos lo que hubiera escrito de haber podido tener una entrada para verlos en Londres. Pero no fui de los suertudos del sorteo ni de los ricos que pagaron $30,000.00 o $168,000.00 por un par de boletos.
Por el momento, solo espero la reunión de Van Halen que será este domingo; aquisito nomás, a diez minutos de donde yo vivo. O a veinte, si decido ir en la carcochita. (FOTOS: Getty Images).
Javier Lishner
Santa Clara, California
10 de diciembre de 2007
La mañana del lunes es fría. Y, como era de esperarse, Londres amanece nublado. La sensación que me embarga es casi la misma de la primera vez que vi a los Stones, hace ocho veces. Me autoconvenzo que la ciudad en pleno está pendiente del show de esta noche. Y es que hace mucho que por aquí no se veía a Led Zeppelin. Ni por allá ni más allá. Es la fecha del re-estreno, con Jimmy Page, como siempre fue, como protagonista principal. A punto de cumplir 64 en enero próximo, el guitarrista de Middlesex, el mayor del grupo y uno de los padres del hard rock, tiene su dedo curado. Por ese bendito dedo, el que se fracturó hace cinco semanas, el show tuvo que ser postergado. Pero, por ese bendito dedo, también, Led Zeppelin se convirtió para muchos en la banda número uno del rock en el mundo.
[TRIBUTO A AHMET] Como oí decir a Mick Jones, allá en San Jose, California, "esta no es la reunión de Led Zeppelin sino el Tributo a Ahmet Ertegun". Ertegun, fundador de la Atlantic Records, murió en diciembre pasado. Hoy, a un año de su partida, en el O2 Arena somos 20,000 cuerpos que, un poco apretados, vemos a Jones como parte de los Rhythm Kings de Bill Wyman, bajista de los días de gloria y, desde 1992, ex-integrante de los Rolling Stones. Foreigner, el grupo de Jones, fue anunciado como parte de la cartelera pero, un par de semanas después, fue olímpicamente excluído. Entre bambalinas, se comentaba en horas de la tarde que el motivo de ello, que nunca se hizo público, pudo haber sido su baterista, el hijo de John Bonham. Ver a Jason B. tocando batería con Foreigner y minutos más tarde con el reunido Zeppelin, desde el punto de vista de la producción, automáticamente podría restarles impacto a los estelares. Así que, posiblemente, y sin querer, el Bonham Jr. podría haber sacrificado a su grupo por el de su padre. En tanto que Jones, el único miembro original de Foreigner, pasó a ser invitado de Wyman para decirle gracias a Ahmet. Lo mismo que Paul Rodgers, acaso el próximo cantante de Queen.
[LED ZEPPELIN] Mientras mi mente andaba en las nubes pensando en mis amigos peruanos que el fin de semana vieron a Soda Stereo en el Estadio Nacional, y a su contraparte carioca que, viendo a Police, llenaron el Maracaná a pesar de los altos precios, la guitarra de Jimmy Page retumba el coliseo. "Good Times, Bad Times" marca, finalmente, el regreso del grupo más esperado del siglo. Led Zeppelin -sin cruzar palabra alguna- dice aquí estamos, en un escenario un poco más grande que aquel que los vió nacer, hace casi cuarenta años, cuando hacían de teloneros para bandas como Vanilla Fudge. Le sigue "Ramble On" y la tan conocida "Black Dog". Plant al centro, barbado y con prendas oscuras, se lanza con "Nobody's Fault But Mine".
[PAGE] Como siempre fue la costumbre, delante, al lado izquierdo del vocalista, Page la rompe. Este Jimmy, con pelo cano y un par de arrugas más que en 1998, cuando lo vimos por última vez, brilla de nuevo. Es el jefe de la pandilla envuelto en ropas negras y portando lentes oscuros como haciéndole juego a su atuendo.
"No Quarter" es lo que llega después con el grupo tan compacto, acaso como en 1973. Un chispazo me hizo recordar el día que vi por primera vez el Houses of the Holy, con esa carátula que pudo haber sido la de las líneas de Nazca; las innumerables veces que quise ser como el cantante, aunque más chiquito, y el volumen que le ponía al equipo cuando me aseguraba que no había nadie más en casa. Y esta composición del trío sobreviviente, Page-Plant-Jones, fue una de las canciones que escuchaba una y otra vez; lo que motivaba que, con más frecuencia, jodiera las agujas del tornamesas Garrard que compartíamos en la familia. Le siguió "Since I've Been Loving You".
[JONES] En mi paso por el mundo, pude ver dos veces a Robert Plant. Y las que pudieron ser la tercera y la cuarta, se me escaparon por un virus o algo así. Sucedió en 1991, en Rio de Janeiro. Aún recuerdo el día que recibí el fax de Bill Curbishley, relacionado a The Who y entonces ya manager de Robert Plant, anunciando la cancelación de sus dos shows. Lo había visto cantar temas de Led Zeppelin junto a Jimmy Page, pero nunca con el otro 25% del grupo llamado John Paul Jones. El maestro John Baldwin, que es su nombre de pila, muchas veces injustamente relegado, es inconfundible. El bajo de este Jones, es la base de Led Zeppelin, qué duda cabe! Multinstrumentalista y quieto en el escenario; esto último, al igual que sus colegas Wyman y Entwistle. Porque bajistas poseros hubo muchos. Jack Bruce y Tim Bogert, entre los más grandes. Pero no fue el caso de esta noche.
[PLANT] "Creo que una que no podíamos dejar de tocar esta vez es "Dazed And Confused", dice Plant; a quien se le ve en forma, a pesar de la idea que traje después de leer recientes declaraciones. El artista no quiere hacer giras porque está cansado. No obstante, es una decisión personal que hay que respetar por más que nos llegue al poncho. Cantó bien y es lo que hoy importaba. Después de todo, es el vocalista de Led Zeppelin y hace rato que cumplió con dios. Pero aún había más.
Vuelve Robert al ataque para presentar al único, al jefe. "Con ustedes, en la guitarra eléctrica, Jimmy Page!", grita el melenudo cantante. Y Jimmy se lanza con los primeros acordes de "Stairway To Heaven". Al otro lado de la tarima, John Paul estira los brazos frente a los teclados y lo que sigue es historia que solo los ángeles saben; porque, con escalera o no, subieron al cielo.
[BONHAM] Jason, el vástago y, por ende, el heredero del Bonzo, no es nuevo en estas lides. Ya antes tocó con sus tíos cuando, en 1988, la Atlantic Records (de Ertegun) celebró sus primeros 40; y, dos años después, cuando los tres amigos de su padre se aparecieron en su matrimonio; en el que, con novio incluido, los cuatro jamonearon para los invitados. En 1995, un maduro Jason Bonham subió al escenario por tercera vez para acompañar a Led Zeppelin, el día que el grupo ingresó al Rock and Roll Hall of Fame. En septiembre de 1980, cuando papá Bonham murió en Windsor, Jason tenía 14 años. Hoy, por esas cosas de la vida, tiene los números a la inversa. Son 41. Y hace rato que pasó la edad de su fallecido padre.
Dejan "The Song Remains The Same", "Misty Mountain Hop" y "Kashmir" para el final. Es una impresionante noche. Los veinte mil suertudos no paramos de aplaudir. Led Zeppelin nos había costado mucho; en tiempo, dinero, emociones, en todo... Y, al menos para los que tuvimos la oportunidad de escucharlos en su debido momento y nunca nos cansamos de tener sus discos a mano, aún faltaban un par. Éramos varios los que durante mucho tiempo habíamos tenido su eterno póster en la cabeza. El desvanecimiento del cuarteto nos dejó mirándonos unos a otros, como señal de consuelo. En el interín me pareció ver a Paul McCartney y, muy cerca, a David Gilmour. Y mientras volvíamos a la nube número 9 -pensando en Pink Floyd y the Beatles-, Led Zep sorprende otra vez para el remate final.
Primero, "Whole Lotta Love", de su segundo disco, tema con el cual los conocí cuando recién pude tener mi primer radio propio (a transistores). Luego, "Rock And Roll", del Zeppelin IV, que pudo haber hecho bailar hasta a las propias hermanas Wilson de Heart; quienes, como nosotros, fueron fervientes admiradoras.
Ahora, bordeando la una de la mañana, mientras imaginariamente empacamos la ropa y el material del evento para tomar el primer vuelo de regreso a San Francisco, donde la gasolina es la más cara de la Nación; solo pienso que ésto es más o menos lo que hubiera escrito de haber podido tener una entrada para verlos en Londres. Pero no fui de los suertudos del sorteo ni de los ricos que pagaron $30,000.00 o $168,000.00 por un par de boletos.
Por el momento, solo espero la reunión de Van Halen que será este domingo; aquisito nomás, a diez minutos de donde yo vivo. O a veinte, si decido ir en la carcochita. (FOTOS: Getty Images).
Javier Lishner
Santa Clara, California
10 de diciembre de 2007
8 comments:
De verdad que me hizo creer en la cronica. He leido las noticias y eso es lo que paso con Led Zeppelin. A veces es bueno dejar volar a la imaginacion. s.e.u.o.
Beto
hey lishner! muy buena compadre. ahora entiendo porque te decian pincocho.. ajajaja
Señor Anónimo:
No recuerdo que alguna vez me hayan llamado Pincocho, ni nada parecido. Ni si quiera Pinocho, a pesar de mi naricita.
Sería muy agradable que se identificara porque hasta ahora no doy con el visitante.
Un abrazo y gracias por visitar el blog.
JL
Hola Beto:
Muchos viven de la imaginación. Y los cuentos no son propiedad de los literatos. Aunque, para serte sincero, hubiera sido como un ueño hecho realidad.
Saludos,
JL
Gracias por el buen relato Maestro Javier; ahora con la vuelta de Led Zeppelin Ud cree que Ritchie Blackmore se junte de nuevo con sus ex compañeros de Deep Purple para celebrar el 40 Aniversario de Deep Purple
Un Abrazo
Juancito
Hola Juancito:
En este mundo, cualquier cosa puede suceder. Hasta que David Lee Roth regrese a Van Halen, y el guitarrista le vuelva a sonreír delante del público.
Sin embargo, dentro de los que yo creo que están más reacios para decirse hello, again, están Blackmore y Gillan. Ya sucedió una vez, y podría volver a pasar. En el hipotético caso que Blackmore volviera, Gillan se iría. Y eso, es contra natura. Gillan es Purple. Y, aunque nos duela, Blackmore hace rato que fue reemplazado por Morse, quien, además, trajo estabilidad al grupo, cosa que con Ritchie nunca tuvieron. Que sea lo que el destino les tenga preparado.
Otros "no" son The Band con Robbie Robertson (aunque ya tres se fueron al cielo) y, The Doors con John Densmore (aunque su cantante también se les fue). Sin dejar de lado a Steve Perry con Journey, y Peter Cetera con Chicago. El día que una de estas suceda, será el fin de los tiempos.
Un abrazo,
JL
Según quienes han visto en directo el retorno de los Police, parece que hubiera un muralla de hielo que separara a Sting, Copeland y Summer sobre el escenario. Los tres no interactúan, ni se miran de reojo ni, peor aún, se hablan. Sus clásicos son bienvenidos, pero el trío carece de la efusividad y la pasión de cualquier grupo en estrecha y mutua conexión. Mucho ojo con los reencuentros; los tiempos cambian y la gente también.
Angel:
Claro que los años pasan y la gente cambia. Esa es la gran diferencia de los Stones, que crecieron juntos y nunca se reencontraron después de 20 años.
A propósito, Mick estuvo en el O2 Arena viendo a Led Zep. Bueno, hubo muchas caras conocidas. Solo faltaron Gerardo Manuel y Soda Stereo, que estaban trabajando en Lima.
Saludos,
JL
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